Atardecer en el norte del país. Estelí, Nicaragua

jueves, 13 de octubre de 2011

¡ESKIMO! ¡ESKIMO!

Mi reportaje sobre la vida de los Eskimeros en Managua.

Cuando aparece  el sol pinta el cielo con un brillo agradable. Un amanecer perfecto para ir de paseo al mar, descansar de un día libre o reunirse en familia para festejar un cumpleaños. La pasarían de lo mejor. En cambio, para los vendedores no existen vacaciones ni días feriados para descansar, en esa labor se trabaja a diario y fuerte para sacar ingresos. Ganancia es la palabra,  en la que piensan los Eskimeros al despertar e ir a traer su carrito lleno de paletas de helados, para caminar por algunos barrios o para darle pedal por toda Managua.

“No es fácil caminar con el sol que quema tu piel calle tras calle”, me dijo don Edgar Zamora Herrera. Su edad biológica la añora y asume que no parece de 50 años, originario de Ciudad Sandino, pero vive en su Managua adoptiva. 

Los eskimeros dedican su vida a éste tipo de trabajo por más de 8 horas diarias, con un receso mínimo para poder comer; porque lo que se requiere es ganar tiempo y dinero.  Adaptándose a los riesgos; tanto los que podrían afectar su salud y los que conllevan a transitar en las calles. No tienen otra opción, “hay una familia que necesita comer diario” y para don Edgar Zamora esta especie de empleo ayuda a subsistir con lo básico.

UN DÍA BIEN, UN DÍA PEOR, UN DÍA MEJOR

Recorrer  las calles para un eskimero es cansado y bien difícil. Sólo existen dos palabras en sus mentes cuando llegan por su “carrito”, suerte y fe. Sin embargo, los 13 años que lleva vendiendo eskimos don Edgar, le han dado la percepción de qué lugares y qué días son productivos para vender. “A mí me va bien todos los días, pero aún más los viernes, sábados, domingos y los días de fiestas como las hípicas”. No se trata de perder tiempo en conocer lugares, o detenerse a esperar, sino que, “saber los lugares de ventas fijas y los días productivos en que más se vende”.

Don Edgar comienza su día desde las 9 de la mañana hasta las cinco de la tarde que entrega su carrito de eskimos. “Salgo desde la mañana. Desde el barrio Andrés Castro, Montoya, Estadio Nacional, ya después de las 2 de la tarde, paso por Plaza Inter y termino en Plaza España”. Todo eso es un día productivo, lo importante es buscar cómo vender para hacer un día bueno. “Para mí un día bueno de ganancias es cuando vendo como 1000 córdobas, mi ganancia viene siendo 400 o 300 córdobas. Y en un día pésimo, me gano doscientos córdobas”

Lo que llama la atención del consumidor cuando está con ansias de un refrescante eskimo, es sin duda, el sonido de la campana. “La campana llama al público, al comprador. Esto hace que se acerquen los clientes y que vendamos, esto es una gran demanda que nos ayuda mucho”. Sin embargo, es una estrategia particular que todos conocen y hace tentar a muchas personas.

Para don Edgar Zamora a su edad está lleno de inspiración y ánimo. “Siempre le doy gracias a Dios por permitirme vender todos los días, llenarme de motivación para trabajar y salir adelante junto a mi familia”. Por su benevolencia, don Edgar ha comprendido que se puede lograr las cosas si la persona está con toda la disposición. “De todo el tiempo que he trabajado he conseguido logros. Mis dos hijas llegaron al bachillerato con este trabajo. Por vender eskimos conseguí comprar mi terreno que era lo que más necesitaba y todo esto que me ha pasado le doy gracias a Dios, porque, siempre está presente en mis ventas. Todo lo poco que tengo y he querido, lo he sacado por vender eskimos”.

IMPOSIBLES, NUNCA

Por su perspicacia de entender cómo estaba su familia,  de las situaciones económicas por las que estaba pasando, de la misma crisis que los agobiaba. Es la hora de trabajar, fue en lo único que pensó don Heriberto Sanarrusia López, con ahora 54 años y muchos logros alcanzados.

Desde muy temprano está en pie don Heriberto, para atender las cosas en su casa y en su familia, sólo son unas horas las que pasa a lado de sus hijos, luego, le toca ir  por su amigo, su compañero de todos los días. “Me voy a traer el carrito siempre pensando en el nombre de Dios y que vaya con suerte”. Su recorrido comienza desde las 11 de la mañana y culmina a las cinco de la tarde. “Mi trayecto comienza en el Hospital Bertha Calderón, Mercado Israel Lewites y termino en Bolonia por la tarde para ir a entregar”.

Mostrar una buena presentación y mucha amabilidad son las herramientas de don Heriberto. “En primer lugar tener una buena presentación, avisar el producto que uno lleva para ofrecerlo al cliente. En segundo lugar, ser amable y respetuoso con el consumidor, porque, de esa manera la gente te mira y se anima a comprar”.

La venta de todos los productos es de suma importancia. “Yo vendo diario gracias a Dios, y si no estoy vendiendo mucho, busco la forma para conseguirlo, porque mi familia me espera y tengo que velar por mis hijos”. Don Heriberto ha transformado las cosas que antes miraba imposibles, gracias a la perseverancia, a la motivación de cada día, y por eso, ha obtenido frutos y logros. “Mis hijos van a clases, tengo mi familia, mi casa y todo por el esfuerzo en vender paletas de eskimos”.

 PARA UNA MUJER: VENDER ESKIMOS ES UN SACRIFICIO

Los eskimeros que rodeaban el parque ya habían conversado conmigo. Dejaron de sonar las campanas, se sentaron a descansar y a tomar un poco de agua. En eso se escuchó una campana a lo lejos. Era una mujer, empujaba con últimas ganas el carrito de eskimos, morena, con una camisola negra y un trapo en los hombros. Su piel la tenía quemada de tanto sol que recibe a diario. Sacó una botella de agua que lleva dentro de su carrito y bebía desesperada, se secó el sudor y con una amable sonrisa me atendió.


Con dos hijos, una niña de ocho años que cursa el 4to. grado y un varón de 17 años que estudia por la mañana en un colegio público, quien trabaja por la tarde para ayudar a doña Jahoska Marlene Álvarez Pérez, que lleva 12 años vendiendo eskimos. “Me sentía con la necesidad, tenía que trabajar para ayudar a mi familia, para sacarla adelante como madre soltera”.


Doña Jahoska Álvarez le da gracias a Dios que sus hijos la ayudan, aunque no sea mucho. “Mis hijos me apoyan, y esos ingresos es para la comida”. Como madre soltera doña Jahoska es responsable, y el tiempo que lleva vendiendo eskimos ha logrado su casa y estudios a sus hijos. “Aunque para una mujer este trabajo es cansado y difícil. Pero he logrado mis metas, mi techo en donde vivo y la educación de mis dos hijos”.
Todo el tiempo que ha trabajado doña Jahoska dice que, Dios la ha ayudado a salir adelante. 

“A mis 40 años ando en las calles vendiendo, saco mis ganancias. Tengo energías para caminar con este carrito diario”. La persistencia ha sido la clave elemental para doña Jahoska Álvarez, a pesar de los problemas a los que se enfrenta diario. Pero por su característica de persona motivadora y luchadora ha obtenido de un trabajo duro y costoso, grandes frutos a cómo lo fue sacar a sus hijos adelante en la escuela y haber comprado una casa propia donde vivir con seguridad.


Los eskimeros consideran que todo se puede realizar si hay una motivación por delante. La perseverancia, es otra clave muy importante para este oficio, porque, las ganancias son a pasos lentos a como lo son las metas; pero después de haber entregado continuidad al trabajo, las metas se van logrando poco a poco y la satisfacción se va sintiendo a medida que se va obteniendo. Los eskimeros son personas que cuando expanden sus límites, expanden su vida.



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