Atardecer en el norte del país. Estelí, Nicaragua

martes, 18 de octubre de 2011

Emoción y tragedia

Todos estábamos emocionados de estar en la ceremonia de nuestra promoción. Ya el sueño se había vuelto realidad, al fin salimos de secundaria a buscar nuestra vocación en la universidad.

Una vez que terminó el espectáculo; la entrega de diplomas y las decenas de fotos que nos tomamos como grupo. Nos preparábamos para la fiesta en la noche.

Desde luego no fuimos todos, únicamente el grupo que nos manteníamos juntos en el aula de clases –éramos como 7, cuatro mujeres y 3 varones- y que pensábamos pasarla bien. Todos listos y preparados para ir a la discoteca. Mi primo nos llevó en una camioneta de una cabina, yo iba adelante con dos amigas, el resto atrás y otros que se animaron iban de tras de nosotros en un taxi.

En carretera abierta íbamos a velocidad media. En eso aventajó una camioneta 4x4, grande como de unos ocho pasajeros, al parecer viajaba contra el tiempo. Luego de pasarnos, escuché a mi primo gritar desesperadamente – uy, uy, uy- de inmediato lo volví a ver –iba enviando un mensaje por celular- y luego las muchachas gritaban como que si estuvieran quemando.

En ese momento los segundos se hicieron horas o era parte de la mente y la tensión del instante que pasó todo lento. La camioneta perdió el control. Frenó que hasta quemó las llantas y se sintió el olor a neumático. Giró el timón a su izquierda, subiendo la llanta al bulevar, de inmediato lo giró a su derecha, perdiendo el control y acelerando más. Cruzó una acera alta, haciendo vibrar y elevar un poco la camioneta, al instante, estrellándose en un muro de estructura de hierro.

Primera vez en mi vida que había presenciado y seguido un choque tan de cerca. Nos estacionamos un poco adelante, y nos bajamos todos para auxiliar a los que iban a bordo. Se trataba de una pareja-novio y novia- y su chofer o escolta aparentemente lo distinguí por su ropa, también portaba una arma. El vidrio delantero estaba quebrado, el novio iba de copiloto y la muchacha en los asientos de atrás, en la parte del centro con los codos recostados en cada asiento- el del chofer y el de su novio- por eso en el impacto ella salió hacia adelante, quebrando el vidrio con su cabeza y sus hombros fracturados.

Fue una escena escalofriante en ese momento para todos. El chofer estaba inconsciente, el muchacho se recuperó rápido, pero se lamentaba de un dolor fuerte en la frente y sólo gritaba: ¡Amor, estas bien. Contestáme, amor!
Nosotros ayudamos al muchacho a ponerse de pie, otros estaban tratando de levantar al chofer, pero la muchacha no daba señales y desde el ángulo donde estaba, podía ver como quedaba colgada entre los asientos. Su novio le dio vuelta, la acostó en el asiento de atrás, no quiso que la tocáramos, porque estaba desesperado,  no quería vernos alrededor de ella. Estaba con los hombros fracturados y -posiblemente alguna costilla o quizás el omoplato, acostada la mano le llegaba casi a la tibia.

Mis amigas estaban llamando a una ambulancia, otras a la policía y otras a los canales, era un instante de locura. A los minutos llegó una ambulancia, se acercaba la gente aledaña al lugar del accidente. Mi primo decidió que siguiéramos y así fue. Todos íbamos pensando en la tragedia en el camino.

Llegamos a la disco, ubicándonos en el ambiente alegre y de fiesta la pasamos muy bien, nos divertimos, pero al menos yo, aunque baile y tomé mucho esa noche no dejé de pensar en ese accidente. Esa pareja también iba a su noche de promoción y que en el camino sufrieron ese trágico accidente que marco para siempre esa noche y el resto de sus días. Me quedé con la duda de que si ellos lograron sobrevivir, al menos la muchacha que fue la más afectada, si salió bien del hospital, de la operación… en fin no supimos nada de ellos después, ni en las noticias vimos ni oímos nada. Ese momento no es para borrarlo de la noche a la mañana.

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