Atardecer en el norte del país. Estelí, Nicaragua

martes, 18 de octubre de 2011

La autora de mis días

Crecí bajo la sombra y cuido de una persona brillante de alma y corazón.
Hoy esta de cumpleaños mi madre que me ha cuidado 20 años y nueve meses.
Ser madre es un don, ser madre es ser fuerte y ser madre es una bendición.
Para mi madre ha sido la persona que me ha motivado a salir adelante en todo momento por eso le tengo un cariño enorme porque nunca tendré como pagarle en palabras todo lo que ha hecho por mí. Me ha enseñado como ser una persona valiente y tolerante para que en un futuro no me acobarde de nada.

Tu amistad, tus abrazos, tu sonrisa, tu cariño, tu paciencia, tus consejos, tu amor y todo lo bello que esta vida tiene usted me lo ha dado; yo sé que todas las madres son iguales, y todas son buenas en esta vida, pero para mi usted es  la mas buena de este mundo.

Usted es una mujer ejemplar, verdaderamente es una luchadora; ha sabido luchar conmigo, defenderme, enamorarme... Gracias por estar aquí. Ha sido una mujer con determinación y motivación, una mujer entregada a su familia, asu trabajo y a su adoración más grande su hijos.

A Usted la llevo en mis entrañas porque de ahí nací, crecí, me formé. Viví aquellas y muchas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, y fraguaron mi vocación gracias a usted.

20 años cumplidos ha estado conmigo, en la enfermedad, en la armonía, en la alegría y en la tristeza...
Deseo que pase lo mejor en la vida, deseo verte a lado mio en mis logros y en mis problemas... Sería fantástico que tus años se reduzcan y los mios avanzaran para no quedarme inmovil al borde del camino.
Ha sido un ejemplo claro "Cuando expandes tus límites, expandes tu vida"
Hoy por ser el día de tus cumpleaños le digo de todo corazón que me ha hecho el joven más sencillo y fuerte, y le doy gracias por todo eso, porque, en un futuro seran mis herramientas más poderas ante mis problemas.

Quiero hacerle el más grande elogio que exista en el mundo, pero no hay uno más hermoso que decirle, Te Amo Madre Mia!!!
Aprendí con el correr del tiempo y en mis andanzas peligrosas de cada uno de sus consejos valorados en cada acto
de mis 20 años, no hay forma como agradecerle todo lo que ha hecho por mí, yo estoy aquí por usted... un gracias infinito por haber luchado por mi en cada acto y pensamiento.

Me he encontrado en momentos en que he pedido demasiado sin dar nada a cambio, y apesar de eso no me has castigado ni dejado de querer.

Gracias Mamá por pasar noches enteras orando y velando por mi cuando yo estaba en un problema o cuando estaba enfermo. Gracias Mamá por compartir todas mis alegrías y por ayudarme en mis tristezas.
Gracias mamá porque hiciste cumplir mi mayor deseo y quizás el sueño de mi vida, mi carrera en la universidad... porque sufriste día y noches enteras en hacer lo mejor para que yo pueda ser feliz.
Pasaría días y horas escribiendole por agradecerle desde el momento en que nací. Pero sé que mis labios no podrían nunca dejar de decir todo lo que siento por usted, todo lo que tengo que agradecerle; ni tampoco mi corazón dejaría jamás de quererle, porque el día que eso suceda entonces ya no latiría.
Mamá, gracias, sólo gracias y recuerda que te quiero y disfrutá al máximo este día que es el mejor porque es sólo tuyo, sólo tuyo mamá.


UN FELIZ CUMPLEAÑOS MAMÁ TE AMO MUCHO


Para: Esperanza Narváez Moreno
   Feliz cumpleaños mamá

Fraternamente Marvin Sánchez Narváez tu hijo que te quiere mucho

30 de Septiembre de 2011

Emoción y tragedia

Todos estábamos emocionados de estar en la ceremonia de nuestra promoción. Ya el sueño se había vuelto realidad, al fin salimos de secundaria a buscar nuestra vocación en la universidad.

Una vez que terminó el espectáculo; la entrega de diplomas y las decenas de fotos que nos tomamos como grupo. Nos preparábamos para la fiesta en la noche.

Desde luego no fuimos todos, únicamente el grupo que nos manteníamos juntos en el aula de clases –éramos como 7, cuatro mujeres y 3 varones- y que pensábamos pasarla bien. Todos listos y preparados para ir a la discoteca. Mi primo nos llevó en una camioneta de una cabina, yo iba adelante con dos amigas, el resto atrás y otros que se animaron iban de tras de nosotros en un taxi.

En carretera abierta íbamos a velocidad media. En eso aventajó una camioneta 4x4, grande como de unos ocho pasajeros, al parecer viajaba contra el tiempo. Luego de pasarnos, escuché a mi primo gritar desesperadamente – uy, uy, uy- de inmediato lo volví a ver –iba enviando un mensaje por celular- y luego las muchachas gritaban como que si estuvieran quemando.

En ese momento los segundos se hicieron horas o era parte de la mente y la tensión del instante que pasó todo lento. La camioneta perdió el control. Frenó que hasta quemó las llantas y se sintió el olor a neumático. Giró el timón a su izquierda, subiendo la llanta al bulevar, de inmediato lo giró a su derecha, perdiendo el control y acelerando más. Cruzó una acera alta, haciendo vibrar y elevar un poco la camioneta, al instante, estrellándose en un muro de estructura de hierro.

Primera vez en mi vida que había presenciado y seguido un choque tan de cerca. Nos estacionamos un poco adelante, y nos bajamos todos para auxiliar a los que iban a bordo. Se trataba de una pareja-novio y novia- y su chofer o escolta aparentemente lo distinguí por su ropa, también portaba una arma. El vidrio delantero estaba quebrado, el novio iba de copiloto y la muchacha en los asientos de atrás, en la parte del centro con los codos recostados en cada asiento- el del chofer y el de su novio- por eso en el impacto ella salió hacia adelante, quebrando el vidrio con su cabeza y sus hombros fracturados.

Fue una escena escalofriante en ese momento para todos. El chofer estaba inconsciente, el muchacho se recuperó rápido, pero se lamentaba de un dolor fuerte en la frente y sólo gritaba: ¡Amor, estas bien. Contestáme, amor!
Nosotros ayudamos al muchacho a ponerse de pie, otros estaban tratando de levantar al chofer, pero la muchacha no daba señales y desde el ángulo donde estaba, podía ver como quedaba colgada entre los asientos. Su novio le dio vuelta, la acostó en el asiento de atrás, no quiso que la tocáramos, porque estaba desesperado,  no quería vernos alrededor de ella. Estaba con los hombros fracturados y -posiblemente alguna costilla o quizás el omoplato, acostada la mano le llegaba casi a la tibia.

Mis amigas estaban llamando a una ambulancia, otras a la policía y otras a los canales, era un instante de locura. A los minutos llegó una ambulancia, se acercaba la gente aledaña al lugar del accidente. Mi primo decidió que siguiéramos y así fue. Todos íbamos pensando en la tragedia en el camino.

Llegamos a la disco, ubicándonos en el ambiente alegre y de fiesta la pasamos muy bien, nos divertimos, pero al menos yo, aunque baile y tomé mucho esa noche no dejé de pensar en ese accidente. Esa pareja también iba a su noche de promoción y que en el camino sufrieron ese trágico accidente que marco para siempre esa noche y el resto de sus días. Me quedé con la duda de que si ellos lograron sobrevivir, al menos la muchacha que fue la más afectada, si salió bien del hospital, de la operación… en fin no supimos nada de ellos después, ni en las noticias vimos ni oímos nada. Ese momento no es para borrarlo de la noche a la mañana.

3 minutos...

Cómo te digo que nací para ser feliz y exitoso...
Cómo te digo que tengo a las mejores personas conmigo...
Cómo es de increíble ver un amanecer y un anochecer ese mismo día ¿Sabes qué se siente?...
Cómo tengo miles de preguntas sin respuestas, sin contar las más absurdas y las más tontas...
Cómo te puedo decir lindas palabras, sino he leído los cien mejores libros de la historia del siglo XXI... Pero tengo mis trucos...
Cómo tengo certeza de confiar en algunas personas...
Y... como olvidar el miedo, pero no a la muerte, sino, a no lograr mis cumplidos, propósitos y metas...
Como sé que existen grandes personas con historias reveladoras...
Puedo acordarme con certeza el día en que exploré tus sentimientos y tu cara... un cutis de durazno...
3 minutos es un numero muy corto de tiempo para contar una muy buena historia, pero 3 minutos te sirven para dar la introducción...
Mañana espero cumplidos, espero a mi gente, a mis amigos y una familia que un día tendré
Pero jamás pensaré en cosas que nunca lograré hacer.

jueves, 13 de octubre de 2011

¡ESKIMO! ¡ESKIMO!

Mi reportaje sobre la vida de los Eskimeros en Managua.

Cuando aparece  el sol pinta el cielo con un brillo agradable. Un amanecer perfecto para ir de paseo al mar, descansar de un día libre o reunirse en familia para festejar un cumpleaños. La pasarían de lo mejor. En cambio, para los vendedores no existen vacaciones ni días feriados para descansar, en esa labor se trabaja a diario y fuerte para sacar ingresos. Ganancia es la palabra,  en la que piensan los Eskimeros al despertar e ir a traer su carrito lleno de paletas de helados, para caminar por algunos barrios o para darle pedal por toda Managua.

“No es fácil caminar con el sol que quema tu piel calle tras calle”, me dijo don Edgar Zamora Herrera. Su edad biológica la añora y asume que no parece de 50 años, originario de Ciudad Sandino, pero vive en su Managua adoptiva. 

Los eskimeros dedican su vida a éste tipo de trabajo por más de 8 horas diarias, con un receso mínimo para poder comer; porque lo que se requiere es ganar tiempo y dinero.  Adaptándose a los riesgos; tanto los que podrían afectar su salud y los que conllevan a transitar en las calles. No tienen otra opción, “hay una familia que necesita comer diario” y para don Edgar Zamora esta especie de empleo ayuda a subsistir con lo básico.

UN DÍA BIEN, UN DÍA PEOR, UN DÍA MEJOR

Recorrer  las calles para un eskimero es cansado y bien difícil. Sólo existen dos palabras en sus mentes cuando llegan por su “carrito”, suerte y fe. Sin embargo, los 13 años que lleva vendiendo eskimos don Edgar, le han dado la percepción de qué lugares y qué días son productivos para vender. “A mí me va bien todos los días, pero aún más los viernes, sábados, domingos y los días de fiestas como las hípicas”. No se trata de perder tiempo en conocer lugares, o detenerse a esperar, sino que, “saber los lugares de ventas fijas y los días productivos en que más se vende”.

Don Edgar comienza su día desde las 9 de la mañana hasta las cinco de la tarde que entrega su carrito de eskimos. “Salgo desde la mañana. Desde el barrio Andrés Castro, Montoya, Estadio Nacional, ya después de las 2 de la tarde, paso por Plaza Inter y termino en Plaza España”. Todo eso es un día productivo, lo importante es buscar cómo vender para hacer un día bueno. “Para mí un día bueno de ganancias es cuando vendo como 1000 córdobas, mi ganancia viene siendo 400 o 300 córdobas. Y en un día pésimo, me gano doscientos córdobas”

Lo que llama la atención del consumidor cuando está con ansias de un refrescante eskimo, es sin duda, el sonido de la campana. “La campana llama al público, al comprador. Esto hace que se acerquen los clientes y que vendamos, esto es una gran demanda que nos ayuda mucho”. Sin embargo, es una estrategia particular que todos conocen y hace tentar a muchas personas.

Para don Edgar Zamora a su edad está lleno de inspiración y ánimo. “Siempre le doy gracias a Dios por permitirme vender todos los días, llenarme de motivación para trabajar y salir adelante junto a mi familia”. Por su benevolencia, don Edgar ha comprendido que se puede lograr las cosas si la persona está con toda la disposición. “De todo el tiempo que he trabajado he conseguido logros. Mis dos hijas llegaron al bachillerato con este trabajo. Por vender eskimos conseguí comprar mi terreno que era lo que más necesitaba y todo esto que me ha pasado le doy gracias a Dios, porque, siempre está presente en mis ventas. Todo lo poco que tengo y he querido, lo he sacado por vender eskimos”.

IMPOSIBLES, NUNCA

Por su perspicacia de entender cómo estaba su familia,  de las situaciones económicas por las que estaba pasando, de la misma crisis que los agobiaba. Es la hora de trabajar, fue en lo único que pensó don Heriberto Sanarrusia López, con ahora 54 años y muchos logros alcanzados.

Desde muy temprano está en pie don Heriberto, para atender las cosas en su casa y en su familia, sólo son unas horas las que pasa a lado de sus hijos, luego, le toca ir  por su amigo, su compañero de todos los días. “Me voy a traer el carrito siempre pensando en el nombre de Dios y que vaya con suerte”. Su recorrido comienza desde las 11 de la mañana y culmina a las cinco de la tarde. “Mi trayecto comienza en el Hospital Bertha Calderón, Mercado Israel Lewites y termino en Bolonia por la tarde para ir a entregar”.

Mostrar una buena presentación y mucha amabilidad son las herramientas de don Heriberto. “En primer lugar tener una buena presentación, avisar el producto que uno lleva para ofrecerlo al cliente. En segundo lugar, ser amable y respetuoso con el consumidor, porque, de esa manera la gente te mira y se anima a comprar”.

La venta de todos los productos es de suma importancia. “Yo vendo diario gracias a Dios, y si no estoy vendiendo mucho, busco la forma para conseguirlo, porque mi familia me espera y tengo que velar por mis hijos”. Don Heriberto ha transformado las cosas que antes miraba imposibles, gracias a la perseverancia, a la motivación de cada día, y por eso, ha obtenido frutos y logros. “Mis hijos van a clases, tengo mi familia, mi casa y todo por el esfuerzo en vender paletas de eskimos”.

 PARA UNA MUJER: VENDER ESKIMOS ES UN SACRIFICIO

Los eskimeros que rodeaban el parque ya habían conversado conmigo. Dejaron de sonar las campanas, se sentaron a descansar y a tomar un poco de agua. En eso se escuchó una campana a lo lejos. Era una mujer, empujaba con últimas ganas el carrito de eskimos, morena, con una camisola negra y un trapo en los hombros. Su piel la tenía quemada de tanto sol que recibe a diario. Sacó una botella de agua que lleva dentro de su carrito y bebía desesperada, se secó el sudor y con una amable sonrisa me atendió.


Con dos hijos, una niña de ocho años que cursa el 4to. grado y un varón de 17 años que estudia por la mañana en un colegio público, quien trabaja por la tarde para ayudar a doña Jahoska Marlene Álvarez Pérez, que lleva 12 años vendiendo eskimos. “Me sentía con la necesidad, tenía que trabajar para ayudar a mi familia, para sacarla adelante como madre soltera”.


Doña Jahoska Álvarez le da gracias a Dios que sus hijos la ayudan, aunque no sea mucho. “Mis hijos me apoyan, y esos ingresos es para la comida”. Como madre soltera doña Jahoska es responsable, y el tiempo que lleva vendiendo eskimos ha logrado su casa y estudios a sus hijos. “Aunque para una mujer este trabajo es cansado y difícil. Pero he logrado mis metas, mi techo en donde vivo y la educación de mis dos hijos”.
Todo el tiempo que ha trabajado doña Jahoska dice que, Dios la ha ayudado a salir adelante. 

“A mis 40 años ando en las calles vendiendo, saco mis ganancias. Tengo energías para caminar con este carrito diario”. La persistencia ha sido la clave elemental para doña Jahoska Álvarez, a pesar de los problemas a los que se enfrenta diario. Pero por su característica de persona motivadora y luchadora ha obtenido de un trabajo duro y costoso, grandes frutos a cómo lo fue sacar a sus hijos adelante en la escuela y haber comprado una casa propia donde vivir con seguridad.


Los eskimeros consideran que todo se puede realizar si hay una motivación por delante. La perseverancia, es otra clave muy importante para este oficio, porque, las ganancias son a pasos lentos a como lo son las metas; pero después de haber entregado continuidad al trabajo, las metas se van logrando poco a poco y la satisfacción se va sintiendo a medida que se va obteniendo. Los eskimeros son personas que cuando expanden sus límites, expanden su vida.



martes, 11 de octubre de 2011

Hasta que Juan Luis Guerra cantó aquella canción

Por ahí encontré éste escrito de un español que lleva de alma y corazón a Nicaragua en su mente y la aprecia demasiado.

F. J. SANCHO MÁS 


La mujer lloró. Yo lo recuerdo así, aunque mi recuerdo no prueba que ocurriese así. A veces, la memoria es una forma de ficción que nos traiciona.  Lo cierto es que de otros detalles puede que no tenga nociones muy precisas, pero aquella mujer…, como suele decirse, “de que lloró, lloró”.

Ella era una joven profesora (no tendría más de cuarenta años), experta en Literatura Comparada. Venía de una prestigiosa universidad a impartir un curso al que nos habíamos apuntado para rellenar un poco de currículum después de terminar la carrera. Para mi decepción, resultó que traía toda la conferencia escrita. Se puso unas gruesas lentas de pasta y comenzó a leer con voz más triste que monótona a la hora del calor, más sofocante aún dentro de aquella aula en la que se respiraba una humedad condensada.

Hizo un repaso por los motivos literarios de las últimas décadas en América Latina. A los diez minutos, yo le había perdido el hilo y me puse a pintar, en la carpeta del curso, perfiles de los rostros que veía. Poco a poco, las cabezas de muchos de los presentes se fueron inclinando por el peso del sopor y del sueño (¿Lo ven? Esto último que dije quizá sea parte de la memoria ficticia). Pero ahora viene aquello que recuerdo perfectamente.

Al acercarse la disertación a los temas de la época en la que estábamos, principios o mediados de los años noventa, la gente se fue despertando porque la profesora comenzó a hablar de sexo. O sea, de sexo en la Literatura y de las metáforas. Decía que había muy pocos textos sobre sexo que mereciesen la pena. Era difícil, según ella, no caer en lugares comunes ni en palabras mil veces dichas; era difícil no caer en la grosería o la vulgaridad, o en lo demasiado puritano o cursi… Se detuvo y concluyó: “hasta que Juan Luis Guerra cantó aquella canción en la que nos convirtió en pez para bordar de corales…” En ese instante, la profesora despegó la vista del papel y buscó una ventana con la desesperación de los miopes que buscan a alguien en la multitud. 

Parecía que iba a decir algo más, pero luego no, sólo se quedó mirando la ventana, a través de la cual no se veía nada porque a esas horas el sol se estrellaba contra ella y cegaba el exterior. Entonces, se puso a llorar, no como si estuviera escuchando la canción, sino como si se contemplase bailándola con alguien, y como si ese recuerdo fuera un dolor insoportable, que no podía reprimir ante los alumnos que se habían despertado.

Todos nos quedamos en un silencio tenso, esperando que la mujer volviese al tema,  pero tremendamente atraídos por aquella profesora que, tras hablar de literatura, amor, sexo y canciones, se había puesto a llorar como si estuviese sola.  

Jamás imaginé que una canción, Burbujas de amor,  pudiese herir la sensibilidad de  alguien tan profundamente. A mí me parecía muy cursi. Pero aquella profesora la había elevado al rango de gran literatura, probablemente porque a ella le había llegado al alma. La ventaja de la música sobre las demás artes es que si una letra escasa se combina con la melodía llega antes a la médula. Y si encima es letra y música que se baila, la obra está completa. Nada, ni la mejor de las novelas, ni el más hermoso de los cuadros, ni la película más emotiva puede definir y revivir el amor como una canción.

Lo que ocurre es que, según en qué contexto, se nos está permitido o no ciertas confesiones sobre nuestros gustos musicales. Por ejemplo, muy pocos de nosotros nos atreveríamos a decir que nos emociona una balada de Chayanne o que nos pone las pilas un tema de Lady Gaga. Hay gente que compagina las grabaciones del maestro Cardenal de la radio Güegüense con los éxitos de la 95.5 “Aamorrrrrr”…; o que disfruta igual una bachata que una canción de Los Beatles.  Y otro ejemplo: cuando yo iba a pie a la universidad por un camino muy largo, lo único que me aliviaba era un walkman y las cintas de casete que, por esos años, estaban a punto de desaparecer. Solía grabar de la radio las canciones que más me gustaban. Mi walkman era una locura: desde el rock sinfónico de Pink Floyd hasta un poema musicalizado de Josecito Cuadra: “Pajarita de la paz”. Todas esas canciones eran compañeras de camino, sin las que seguramente habría faltado más a clase.

Nadie le pide a la música un concepto filosófico o un hallazgo metafísico. Simplemente,  uno espera que le emocione, que le haga recordar un segundo, una tarde, un año, una vida, o a la persona con quien bailó. Uno espera que la música haga cosquillas por dentro, que convierta una tarde soporífera en un recuerdo del amor, o que convierta algo doloroso en una forma de perdón. A veces, es mejor guardar ciertos recuerdos en el envase de una canción para que sólo vuelvan con ella, como si fuera la primera vez que la escuchamos, y la primera vez que lo vivimos. Quién sabe cómo y cuándo aquella mujer quiso ser un pez, y fue un pez. 


Emoción y tragedia


Todos estábamos emocionado de estar en la ceremonia de nuestra promoción. Ya el sueño se había vuelto realidad, al fin salimos de secundaria a buscar nuestra vacación en la universidad.
Una vez que terminó el espectáculo; la entrega de diplomas y las decenas de fotos que nos tomamos como grupo. Nos preparábamos para la fiesta en la noche. 

Desde luego no fuimos todos, únicamente el grupo que nos manteníamos juntos en el aula de clases –éramos como 7, cuatro mujeres y 3 varones- y que pensábamos pasarla bien. Todos listos y preparados para ir a la discoteca. Mi primo nos llevó en una camioneta de una cabina, yo iba adelante con dos amigas, el resto atrás y otros que se animaron iban de tras de nosotros en un taxi.

En carretera abierta íbamos a velocidad media. En eso aventajó una camioneta 4x4, grande como de unos ocho pasajeros, al parecer viajaba contra el tiempo. Luego de pasarnos, escuché a mi primo gritar desesperadamente – uy, uy, uy- de inmediato lo volví a ver –iba enviando un mensaje por celular- y luego las muchachas gritaban como que si estuvieran quemando.
En ese momento los segundos se hicieron horas o era parte de la mente y la tensión del instante que pasó todo lento. La camioneta perdió el control. Frenó que hasta quemó las llantas y se sintió el olor a neumático. Giró el timón a su izquierda, subiendo la llanta al bulevar, de inmediato lo giró a su derecha, perdiendo el control y acelerando más. Cruzó una acera alta, haciendo vibrar y elevar un poco la camioneta, al instante, estrellándose en un muro de estructura de hierro.

Primera vez en mi vida que había presenciado y seguido un choque tan de cerca. Nos estacionamos un poco adelante, y nos bajamos todos para auxiliar a los que iban a bordo. Se trataba de una pareja-novio y novia- y su chofer o escolta aparentemente lo distinguí por su ropa, también portaba una arma. El vidrio delantero estaba quebrado, el novio iba de copiloto y la muchacha en los asientos de atrás, en la parte del centro con los codos recostados en cada asiento- el del chofer y el de su novio- por eso en el impacto ella salió hacia adelante, quebrando el vidrio con su cabeza y sus hombros fracturados.

Fue una escena escalofriante en ese momento para todos. El chofer estaba inconsciente, el muchacho se recuperó rápido, pero se lamentaba de un dolor fuerte en la frente y sólo gritaba: ¡Amor, estas bien. Contestáme, amor!

Nosotros ayudamos al muchacho a ponerse de pie, otros estaban tratando de levantar al chofer, pero la muchacha no daba señales y desde el ángulo donde estaba, podía ver como quedaba colgada entre los asientos. Su novio le dio vuelta, la acostó en el asiento de atrás, no quiso que la tocáramos, porque estaba desesperado,  no quería vernos alrededor de ella. Estaba con los hombros fracturados y -posiblemente alguna costilla o quizás el omoplato, acostada la mano le llegaba casi a la tibia.

Mis amigas estaban llamando a una ambulancia, otras a la policía y otras a los canales, era un instante de locura. A los minutos llegó una ambulancia, se acercaba la gente aledaña al lugar del accidente. Mi primo decidió que siguiéramos y así fue. Todos íbamos pensando en la tragedia en el camino. 

Llegamos a la disco, ubicándonos en el ambiente alegre y de fiesta la pasamos muy bien, nos divertimos, pero al menos yo, aunque baile y tomé mucho esa noche no dejé de pensar en ese accidente. Esa pareja también iba a su noche de promoción y que en el camino sufrieron ese trágico accidente que marco para siempre esa noche y el resto de sus días. Me quedé con la duda de que si ellos lograron sobrevivir, al menos la muchacha que fue la más afectada, si salió bien del hospital, de la operación… en fin no supimos nada de ellos después, ni en las noticias vimos ni oímos nada. Ese momento no es para borrarlo de la noche a la mañana.